Sara Baras y José Serrano triunfan con su buen flamenco en MadGarden
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El espectáculo Voces de la compañía de Sara Baras clausuró la edición de este año del festival MadGarden en Madrid, del 28 al 31 de julio.
José Serrano y Sara Baras, elegancia en una seguiriya pensando en Paco de Lucía. Sí, el espectáculo se presenta como asunto de Sara Baras pero podría presentarse como cosa de un dúo, siempre hay que recordar que más allá de la inmensa popularidad de ella, ambos artistas son de similar importancia artística. No es un caso de bailaor que está ahí por ser pareja sentimental, al contrario, él sería mucho más popular y conocido si no estuviera a su lado una estrella de esa magnitud. Porque José Serrano es uno de los escasos conservadores actuales de la que quizás sea mejor escuela de baile en la historia, es de esos cuatro o cinco que hacen posible hoy la línea evolutiva para la danza española marcada de forma sucesiva por Vicente Escudero, Pilar López y Antonio Gades, asuntos que son muy identificables en el baile masculino. Por eso es posible un momento como esta seguiriya, Sara y su Pepe mostrándose a la misma altura de circunstancia.
Se escucha a buen volumen desde algún lugar la voz de Camarón, que dice cosas: "El flamenco no tiene nada más que una escuela, transmitir o no transmitir". El ejemplo práctico de esas palabras sucede apareciendo Sara Baras sobre el escenario con su vestido blanco. El principal éxito de Sara siempre ha estado en saber transmitir, ante todo. Son muchas las Saras que pueden verse en ella, y por eso es ella quien ha llegado a sus circunstancias. Está la Sara que se preocupa por la ética y estética de la danza, que es la Sara trabajadora y constante. Está la Sara que siempre se interesó por seguir aprendiendo, con los pies en la tierra independientemente de su creciente popularidad mientras pasaban los años, para convencer de igual modo al público neófito y a los ámplios conocedores de los terrenos flamencos. Así es Sara quizás desde que era niña, las clases con Concha sentada frente a las alumnas, haciendo sacar a cada una su propia personalidad. Todas esas Saras que hay en Sara se pueden ver perfectamente en esta taranta dedicada a Camarón, con esa forma de transmitir. Hay más de mil personas frente al escenario, pero ella siempre es capaz de conseguir un espejismo muy particular, parecer que baila individualmente para cada una de esas mil personas. Ella baila y parece que te mira a ti, que el remate se hace pensando en que tú y solo tú estás ahí mirando. Esa es la sensación que se produce en el público, ella baila para más de mil y cada uno de esos más de mil siente personalmente el momento. Claro, así llegan las ovaciones. Sabe bailar bien y además atrapa al público persona por persona ¿Os habéis dado cuenta que no se nota si ella parpadea? Porque parpadear es señal de inseguridad, que lo decía Antonio Gades.
"El ser humano tiene que tener la dignidad de sacarse el máximo provecho de sí mismo", claro, es Gades quien dijo esto, así lo escuchó todo el público, y ella como buena alumna siente la necesidad de homenajearle. Con seis espejos, como si fuera un estudio, ella consigue ser femenina y al mismo tiempo muy Antonio para bailar la farruca. Es algo que no se puede definir, es necesario verlo, mirar a ese escenario es ver algo que en teoría puede resultar contradictorio, alguien baila con mucha personalidad propia y esa misma persona al mismo tiempo recuerda totalmente a otro ser humano. Sara Baras y Antonio Gades metidos a la vez en el cuerpo de Sara Baras, en una coreografía que guarda una sorpresa interesante, de repente empieza a sonar un saxo, aparece en escena Tim Ries, metales de The Rolling Stones, y surge un momento intenso, de esos que apetecería ver más veces.
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Entre ovaciones, Sara termina su recuerdo hacia Gades bailando a la imagen de Enrique, la mano en el corazón, el tiempo en el arte de Morente. Que manera de salir del escenario, dando paso por tientos a su cuerpo de baile, ese equipo que ella ha sabido montar, también es otra de las razones de su éxito. Sale José Serrano a escena para bailar una soleá a Enrique, es maravilloso ver que pocas veces sube las manos por encima de la altura de los hombros, esos dedos juntos al girar la muñeca, ese saber ser sobrio al bailar un cante y reservar toda la espectacularidad para cuando lleguen las escobillas. Ese es José Serrano, bailaor con gran responsabilidad porque muy pocos son, apenas se cuentan con los dedos de una mano, los que saben guardar como él esa escuela concreta en el tiempo del momento actual.
¡Moraíto! Que reciente todavía su pérdida, cuánto el vacío que nos ha dejado. Sara y José quieren recordarle en los terrenos de la bulería y la bulería por soleá, momentos en los que suceden muchas cosas. Madrid ovaciona, Madrid grita cosas, en el escenario unos artistas que reciben del público lo que merecen. Que bonito es demostrar que se baila principalmente porque se es flamenco.
Por Jaci González
Fotos Pacolega