Fallece Pansequito, el mejor cantaor flamenco ligando tercios por soleá
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José Cortés "Pansequito", uno de los mejores cantaores para la historia del flamenco, falleció el viernes 17 de febrero de 2023, con 78 años de edad.
El arte en la esencia de Pansequito reside en la sabiduría dentro de lo imprevisible. El cante por soleá siempre es buen asunto para reconocer a los más grandes cantaores, por la grandeza y posibilidades que ofrece la soleá en caso de saber hacerla bien. En los años más recientes, la mayor parte de cantaores actuales suelen resultar muy previsibles cuando cantan por soleá, y es por eso que, más de la mitad de las veces, en los recitales en directo me aburre el cante por soleá. Porque da mucha pereza cuando, al empezar un tercio, ya sabes totalmente todo lo que va a suceder en los siguientes compases. Con Pansequito eso no sucedía, por eso el cante por soleá es el momento que siempre esperaba en los recitales de este gran cantaor.
En estos años más recientes, la mayoría de cantaores se empeñan en aprender a la perfección imitadora cuatro o cinco cantes por soleá, y hasta cuando quieren aportar un punto personal, resultan previsibles. Pero Pansequito... Ese ser humano nunca hacía igual los mismos cantes, en cada ocasión podía inventar posibilidades diferentes. Dentro de tener su propio estilo personal, ligando tercios llevando hasta el extremo cualquier tipo de posibilidad. Del mismo modo que Juanito el de la Gineta es el grande de cómo hacer posible el máximo sentido rítmico al cantar por soleá, aunque sin perder el concepto profundo de su desarrollo, en cuanto a la soleá sucedía que Pansequito era el mejor posible para el ligado de tercios. Y también el cantaor que mejor sabía llevar un cardao. Una vez pregunté a Tomatito, un guitarrista imprescindible en la trayectoria de Pansequito, que dónde estaba ahí el secreto. El maravilloso guitarrista almeriense me dijo que el secreto está en la laca.
Ese Pansequito de la voz que parece que no va a llegar, pero llegando sobradamente. Nadie controla la respiración en el cante como José Cortés, la construcción rítmica de la melodía que se abalanza a propósito, peligrosamente, hasta el límite que permite la estructura del compás, para que al rozar ese límite, el resultado tienda hacia un estado infinito de prodigioso arte. Cuantos escenarios residen en la esencia de un cantaor que, por ser tan original con sus conceptos, cuando le apetecía, Pansequito era incluso capaz de no parecerse cantando a Pansequito. Hay que ser muy grande para que un cantaor haga posible no parecerse a él mismo. Pansequito, también con ese carácter de los tonos bajos con naturalidad, sin esa cosa para cantar por abajo que muchos cantaores imponen muy artificialmente. Sí, se puede cantar por abajo con naturalidad e incluso con personalidad propia. Pansequito lo ha hecho durante décadas.
Uno de los típicos mantras flamencos, tanto de la era del mairenismo, de los 50 hasta bien entrados los noventa, una vez fallecido Antonio (que era mucho menos mairenista que el mairenismo, por cierto) a mediados de los ochenta, como en la aún muy reciente era del neomairenismo, de mediados de los noventa hasta finales de los años 10 del siglo veintiuno, donde prevaleció la cultura de la subvención flamenca… Uno de los típicos mantras flamencos, que tanto cronistas como intérpretes y aficionados repetían, es que lo normal es que un cantaor pierda sus “facultades físicas para cantar” con la edad, pero que eso hacía “ganar sabiduría en el cante a costa de perder facultades”. Con el ser humano Pansequito, si se analiza, ha sucedido que en sus últimas dos décadas, lo que va desde alrededor de los 60 años de edad, hasta los 78 con que ha fallecido, al mismo tiempo que iba resultando siempre cada vez más genial dominando los cantes, resulta que cantaba uno o dos tonos por encima de cómo cantaba cuando tenía 30 o 50 años. Escuchen discos y recitales de Pansequito, verán como es cierta esa evolución. Por otra parte, no es innecesario que haga en este párrafo referencia al mairenismo, que era una corriente al menos honesta consigo mismo en conceptos, y al neomairenismo, eso que ya empieza a ser también pasado aunque muy reciente, y por eso todavía resulta muy difícil de detectar. A Pansequito se le ha privado, por parte de políticos, de haber tenido escenarios por decir públicamente algunas verdades sobre las pseudo industrias artificiales intervencionistas del flamenco. Aunque él tuviera puntos de sobra para las reglas de cómo funcionaba el “videojuego” flamenco, en ocasiones fue penalizado, porque se le ocurría decir verdades literales sobre cómo funcionaban cosas, pensando también en qué futuro le esperaría a los jóvenes intérpretes. Estamos viendo actualmente, constantemente, que no se equivocaba.
Pansequito, un cantaor que podía convertir en cante nuevo, sin llegar a perderse su concepto original al mismo tiempo, cualquier asunto. Ese Pansequito que convertía el seguiriyero Reniego de Tomás Pavón en una seguiriya por bulerías, ese Pansequito reinventando el camino conceptual de Cádiz para cantar por soleá que inventó Enrique El Mellizo. Esas alegrías tremendas, como las de su último disco Un Canto a la Libertad, del año 2009, recordando cantiñas que hacía su abuela Dolores. Siempre recordaré cómo iban sonando cosas cuando Dieguito, el mismo pionero inventor del barrierismo con su primo Selu, estaba haciendo ese disco con Pansequito. Que barbaridad cómo quedaron aquellas alegrías, al máximo nivel tanto él como Juani de la Isla con su guitarra flamenca. La elegancia de Miguel Poveda a dúo con José en María Elena, aquellas bulerías con Moraíto, cuando nadie podía imaginar que en menos de dos años el excelso Manuel Moreno Junquera se iría para siempre a un lugar muy lejano. Aquel disco, tan gaditano y tan de Bujío que hasta Montesita Hermida, siendo una niña, metía discos en sobres para los medios, ha terminado siendo el último de Pansequito. El disco de las bulerías del loco.
Precisamente, fue por sus conceptos para cantar por bulerías por donde comenzaron los mundos del cante de Pansequito, destacando por resultar ser tan original cuando tenía apenas catorce o quince años, principios de los años sesenta. Era un niño de La Línea que estaba viviendo en El Puerto de Santa María. Manolo Caracol decidió llevárselo a Madrid, para cantar por las noches en el tablao que había decidido abrir, Los Canasteros de la calle Barbieri. Allá que se fue Pansequito, a una pensión de la calle Huertas, adoptándole en cierto modo en aquella pensión Antonia Gilabert "La Perla" y su marido Curro La Gamba, probablemente el mejor palmero de la historia. Cuando el niño volvió a El Puerto, pocos días después decidió que él quería vivir el flamenco en Madrid. Los tablaos flamencos, lo mismo para cantar palante que cantar atrás al baile, son los mejores escenarios para que un cantaor mejore sus posibilidades. Madrid ya era entonces, en los años sesenta, el mejor lugar para ese desarrollo como cantaor flamenco.
De esta manera, ante la mirada de Manolo Caracol, Pansequito fue desarrollando y mejorando sus propios conceptos para el cante. Con los años, en la década de los setenta, literalmente llegó a ser superventas cantando por bulerías, aquellas letras de Tápame, o la historia del maestro que no enseñaba bien a querer. Cuando Dolores La Terremoto llenaba "discotecas de cinco mil personas", como ella decía, lo hacía llevándose a cantar a Pansequito, que también estuvo varios años recorriendo mundo con la compañía de Antonio Gades.
Siempre esa voz seguirá sonando en nuestras cabezas, no hace falta ni darle al play a cualquier cosa que Pansequito haya grabado, es una voz que si se te mete en la cabeza, ya se queda ahí para siempre. Por eso mismo, mientras haya seres humanos que tengamos metida su voz en la cabeza, Pansequito seguirá vivo. Ojalá, cada década del futuro, pudieran salir dos o tres cantando flamenco que pudieran resultar, aunque sea, la mitad de interesantes de lo que ha sido Pansequito con sus cosas.
Texto: Jaci González (facebook.com/jacigonzalez)
Imágenes: Pacolega (facebook.com/pacolegaflamenco)