El futuro del flamenco lo decide Patricia

El futuro del flamenco lo decide Patricia

Mientras siguen cayendo los esquemas y códigos con los que funcionó la industria flamenca española en las últimas cuatro décadas, y a la vez que muchos insisten en seguir buscando un unicornio fantástico de dinero público, el futuro del flamenco está siendo decidido por Patricia.

Patricia es una arquitecta de Alcobendas, aunque también podría ser Paco, un fontanero de Móstoles. A Patricia se la suda intensamente si en un mundillo concreto, el mundillo flamenco español, hay gente que quiere imponer criterios y cosas, Patricia simplemente va a decidir si compra entradas para un espectáculo, se compra una novela en Kindle, ve una película en Netflix o se va a cenar a un restaurante italiano.

Es tan ridículo a estas alturas de las cosas tener que contar esto tan básico, de una forma tan Barrio Sésamo... Pero parece ser que es necesario, ya que demostrado está cómo está el nivel.

Para Patricia, arquitecta de Alcobendas, un rato de concepto flamenco es una de las posibles opciones de, a su vez, un mar de posibilidades. A Patricia se la suda intensamente las pajas mentales que haya en un mundillo concreto para ver si validan o no artistas o cosas concretas como flamenco. Bastante tiene Patricia con buscar algo para distraerse de las pajas mentales que hay en su estudio de arquitectura, incluyendo lo de aguantar a su cuñada María, como para importar a Patricia preocuparse con pajas mentales de un mundillo concreto. Pajas mentales que, a su vez, solo interesan a unas 300 personas, unas 300 personas entre los más de 7 mil millones de habitantes de todo un planeta. Unas 300 personas sumando artistas flamencos, managers, comisionistas varios, cronistas diversos, los aficionados más intensos y similares. Está el mundillo. Luego resulta que la verdad está ahí fuera, fuera del mundillo, donde habitan los seres humanos que compran entradas. Tengan la humildad de ser conscientes de eso. Para Patricia el mundo no gira alrededor de lo que suceda dentro de un mundillo flamenco, aunque sea flamenco el producto que ella puede considerar comprar.

Cayendo de forma muy significativa el dinero público que, a su vez, representaba mucho más de la mitad del dinero que anualmente se movía en el mundillo durante casi cuatro décadas, ahora todos en el sector dependen de Patricia, asúmanlo. Ahora, si quieren, sigan perdiendo el tiempo en luchas de poderes internos que, al público, el auténtico poder, se la suda intensamente. Sean felices con la evolución natural de las especies, que seguirá sucediendo de todos modos.

Mientras estáis insistiendo en darse de ostias para, a nivel interno de un mundillo de 300 personas, decidir si un artista, un disco, o un vídeo es o no validado como flamenco, mientras tanto resulta que Manolo García no es flamenco. Con ese no hay duda alguna. Manolo García no es flamenco. Pero Manolo García, aunque no sea un artista flamenco, cada día vende 40 o 50 entradas más para su concierto del 27 de octubre en el WiZink Center de Madrid.

Resulta que a Patricia, arquitecta de Alcobendas, le gusta el flamenco, y también Manolo García, aunque Manolo García no sea un artista flamenco. Patricia ya se ha comprado con meses de antelación las entradas de Manolo García. La mayoría de ustedes, en el mundillo flamenco, no ha ofrecido a Patricia ni siquiera la opción alternativa de ir a un espectáculo flamenco el próximo mes de octubre en Madrid, ya que ustedes no son de sacar entradas a la venta con tanta antelación, entre otras cosas más.

Mientras tanto, ustedes siguen dando vueltas a pajas mentales sobre validar o no como flamenco a artistas que, a su vez, también mientras tanto está vendiendo entradas, en esquemas lógicos de industria. En plan querer imponer quién tiene derecho a trabajar, trabajo a su vez repartido en su mayor parte, hasta hace muy poco, por diversos poderes de dinero público, sacando a pasear al unicornio. Los procesos de selección interna para presentar lo elegido a los políticos, para que lo compren, la lucha de comisionistas en despachos de instituciones públicas, eso cada vez tiene menos salidas, los políticos ya no pueden pasear al unicornio tanto como ha sucedido en los últimos 40 años. Asuman que se acaba el asunto de haber unos jefes de tribu decidiendo quién tiene derecho a trabajar más o menos, en ecosistemas de dinero sin movimiento orgánico real, dinero público. Ahora cada vez manda más el público comprando entradas. Como mucho puede haber controladores de público, pero es Patricia quien manda. Ella es el nuevo gran poder flamenco. Ya verán que dolor al descubrir que lo importante no es tener 800 espectadores en un teatro, cosa que daba lo mismo cuando el caché era pagado con dinero público la mayoría de ocasiones. Ahora se notará más que no es lo mismo tener 100 compradores de entradas que 500 entre esos 800 espectadores.

Ahora el artista flamenco aspira a que Patricia, arquitecta de Alcobendas, compre una entrada. Y Patricia tiene la opción de comprar la entrada del artista flamenco, ver una película en Netflix o en el cine, ir a cenar a un restaurante, ir a un concierto de quien sea de cualquier cosa, tirarse en un sofá a leer un libro con su Kindle, o mirar cosas en Amazon con su iPad. Asúmanlo, la cosa va de hacer llegar a Patricia el producto flamenco tan atractivo como lo hacen con sus productos Amazon, Apple, Netflix, Beyoncé, Rodrigo Leao, Pablo López, Real Madrid o Restaurante La Traviata, sin mostrar malos rollos internos y ofreciendo una bonita experiencia que empieza por el marketing, cosas tan concretas y sencillas como ese vídeo o display promocional que aparece en Facebook, o esas imágenes que se plantan en Instagram. Asúmanlo.

Y cuando digo vídeo o display en Facebook o imagen en Instagram, no me refiero a simplemente hacerlo, con esas mierdas constantes, que veo diariamente, de horribles fotos pixeladas, ausencia de datos relevantes, sentido estético en las almorranas y cinco tipografías a la vez, incluyendo habitualmente la Comic Sans junto a Arial, como suele ser habitual. Esa sucesión diaria de vídeos verticales pixelados y temblorosos de gente haciendo o diciendo cosas aleatorias a cámara, supuestamente vídeos promocionales. Esos carteles hechos a partir de fotos mal estiradas a lo largo o a lo ancho, apareciendo seres humanos con cara de pepino alargado, hay artistas flamencos que son de los caraconos, o cara desproporcionada a lo ancho, pareciendo Stewie de Family Dad, auténticas escenas de terror, aliens flamencos. Asuman que existen los profesionales del diseño gráfico, de la fotografía, del vídeo, del social media, de la prensa, los medios de comunicación. En ocasiones, un poquito de buen gusto estético o conceptual ni siquiera depende de tener grandes cantidades de dinero para invertir en marketing.

Ahora resulta que pocas veces los políticos pueden pasear al unicornio, y eso lleva a que todos en el mundillo flamenco, ahora, se hayan dado cuenta todavía o no, ahora todos necesitan saber llegar a Patricia, arquitecta de Alcobendas, porque las decisiones de Patricia determinan las realidades. Buenos días. Hace poco tiempo, en Madrid, una cantaora que durante muchos años fue de cobrar no menos de 10.000 euros por concierto, consiguió un poquito de unicornio aunque por una cantidad mucho menor. Cantó en un teatro de 500 butacas, ante unas 60 personas, de las cuales aparte de los invitados, habría como mucho unos 30 compradores de entradas a 12 euros. Recaudación aproximada inferior a 400 euros en taquilla. Aunque ella haya cobrado un caché unicornio, a pesar de ser más bajo de lo que ella tuvo como costumbre durante los últimos veinte años ¿Qué panorama tiene ella por delante? Sí, estoy contando una historia muy triste. Y no, tampoco es un alegato contra el uso de dinero público para la cultura. Otra cosa distinta es que el dinero público debería utilizarse de otra manera, asuntos como ceder espacios escénicos gratis e infraestructura operativa para actuar a taquilla, dar cachés a artistas en fases iniciales para ayudar a su desarrollo, cosas de ese tipo. Lo cual es muy diferente a mantener un numeroso star system de artistas flamencos a base de dinero público ¿Acaso los artistas del star system del country en Estados Unidos son mantenidos por dinero público? No, les mantiene el público comprando entradas.

Teniendo en cuenta que si no hay caché de dinero público, y el caché de dinero público hace bastantes meses que empezó a escasear bastante, entonces la cosa va de taquilla. Y si la cosa va de taquilla, hay dos opciones: o se organiza el propio artista el concierto a taquilla por su cuenta, o espera a ser contratado con un caché por parte de un promotor intermediario. Pero el promotor, normalmente, no suele disparar con pólvora ajena como los concejales, técnicos de diputaciones e instituciones públicas autonómicas. El promotor intermediario, normalmente, se juega el dinero de su bolsillo, así que tiende a estudiar qué concierto compra y por qué dinero. Si demuestras que en Madrid das para vender como mucho 400 euros en entradas ¿Cuánto estará dispuesto a pagar el promotor en cualquier ciudad de España? Como mucho 300 euros porque así lo define el caché real en el mercado. Lo cual difiere mucho del habitual caché de 10.000 euros o más por concierto que tenía la cantaora. Claro, pagaba siempre el dinero público, los cheques e ingresos varios los realizaban seres humanos con pólvora ajena. Algo no fue real durante muchos años. Y si a partir de ahora la cantaora, como horizonte, va a tener como mucho uno o dos conciertos al año en el plan unicornio fantástico, y ni siquiera por 10.000 euros, por 2.000 o 3.000 euros... Entonces va a ser que la cantaora necesita a Patricia, arquitecta de Alcobendas. Pepe, fontanero de Móstoles. María, abogada de Valladolid. Juana, diseñadora gráfica en Salamanca. El público comprando entradas. El auténtico poder del flamenco a partir de ahora.

Por Jaci González

Imagen: Patricia, arquitecta de Alcobendas, y su cuñada María, que trabaja con ella en la empresa de arquitectura, en una imagen random de un banco de fotos libres de derechos.

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