Muchos artistas flamencos españoles siguen buscando que les den cosas

Muchos artistas flamencos españoles siguen buscando que les den cosas

Está sucediendo constantemente desde hace un tiempo en el colectivo de la "industria" flamenca española. Cada vez va a más. Artistas, managers, programadores, comunicadores... Gente que se ve en una situación cada vez más difícil y acotada, sintiendo la necesidad de reclamar de forma cada vez más dramática una serie de derechos. Eso sucede en la "industria" flamenca española mientras en paralelo, a nivel global, el flamenco realmente está en su mejor momento, curiosa paradoja ¿Cómo se llega hasta ese punto y qué soluciones hay? Todo es más sencillo de lo que parece, y las soluciones son tan obvias como existentes y posibles.

ABC, canal de televisión privado, no público, emite todos los años en noviembre, en prime time para todo Estados Unidos, los Country Music Awards. La gran noche anual del country, siendo el country ese concepto que pronto cumplirá su primer siglo de edad, desarrollado en varias regiones de Estados Unidos. Si la ABC, empresa privada, emite esa gala todos los años, sucede porque le sale rentable, debido a que los principales artistas del country son muy populares en todo el país. Eso hace que la gala tenga un share elevado, reuniendo a muchos millones de espectadores desde sus casas, llevando a que grandes marcas paguen por un espacio en las pausas publicitarias de la emisión de la gala. Esto es así debido a que existe una industria profesional del country, en la que los artistas saben que son marcas ofreciendo productos a posibles públicos, y los managers mueven el culo por vender entradas para conciertos a esos públicos, generan público para sus artistas en vez de estar esperando que les den cosas.

Cuánta pereza da escuchar y leer continuamente frases similares, sobre el derecho a considerar que como el flamenco es cultura, los artistas y managers del flamenco en España y Andalucía merecen que les den cosas importantes porque sí, por el hecho de que el flamenco es bonito y es cultura. Y es bonito, y es cultura, en efecto. Pero esa mentalidad, usar el argumento de ser cultura para intentar depender principalmente del dinero público, manifiesta tener muy poco respeto por el flamenco. Respeto por el flamenco en cuanto a sus posibles movimientos económicos, es plantearse que cualquier artista o festival flamenco debe ser una marca competitiva, cuidar su branding y otra serie de elementos fundamentales, para tener un engagement con targets destinado hacia estrategias de incremento de CRM óptimo, para que la trayectoria del ROI lleve a resultados positivos. Como sucede en el rock, el pop o cualquier industria cultural y/o musical de cualquier país desarrollado. Lo cual es independiente a que puede ser positiva la aportación de dinero público institucional, por supuesto, pero ¿de qué manera? Y lo que es más interesante, dependiendo de cuáles y cómo sean los cauces ¿a qué coste para ese mundillo a medio y largo plazo?

Hace décadas que empezaron a provocarse las situaciones del tsunami que ahora padecen muchos. Más de la mitad de la "industria" flamenca española, o mercadillo, actualmente sigue sin ser consciente de que cada mes que pasa, menos conexión hay entre cuáles son los grandes asuntos internos respecto a los hype flamencos en el mundo real, donde vive el público potencial. Ejemplo: en las últimas semanas, vemos a casi todos en el mundillo decir a nivel interno que una artista en concreto está fracasando porque nadie va a verla a los teatros. Mientras tanto, en el mundo real, esa artista está agotando entradas en los teatros. Claro, ese "nadie" quiere decir en realidad "los del mundillo". Nadie en el mundillo. Pero el público no es el mundillo. Lo inverso a ese "nadie", lo que en el mundo real sería "todos", es el público flamenco que compra entradas. Quien compra entradas en un teatro, principalmente, son un fontanero de Zaragoza y una abogada de Alcobendas, que les importa poco cuáles sean las movidas y perspectivas internas de un mundillo flamenco español, simplemente compran el producto artístico que les guste en el caso de que ese producto sepa llegar a ellos. High-Rise de Ben Wheatley y El Ángel Exterminador de Buñuel son películas con una característica en común: el mundo real sigue funcionando fuera del edificio en el que se encierra y obsesiona un grupo concreto de gente, y a su vez lo que sucede dentro del edificio apenas repercute en el mundo real. Sean como sean las cosas que sucedan dentro del edificio. Cuando cien personas se encierran en plan secta en algún rancho, todos ellos creen que hacen algo normal, debido a que todos los que rodean a cada uno de ellos está haciendo lo mismo, por fe colectiva en algo.

Hasta hace muy poco tiempo, y durante décadas fue así, era típico que los artistas flamencos españoles, con o sin sus managers (que la mayoría en realidad eran booking, o ni tan siquiera eso, da para hablar de comisionismo y poco más), compitieran en despachos de la Junta de Andalucía, de ayuntamientos, de diputaciones provinciales, a ver quienes caían mejor a los gestores culturales de esas instituciones, para que les llovieran muchos euros fáciles sobre sus cabezas ¿Aprovecharon esos artistas y sus managers aquellos euros que caían por decenas de miles? Por ejemplo, aprovechar para invertir con estrategia adecuada en hacer crecer su popularidad y su masa de público real. Prácticamente ninguno. Prácticamente casi ninguno de los entonces beneficiados, en los cuarenta años que llevamos de democracia en España, trabajó por intentar tener un público propio que comprase entradas. Convencidos de que lo importante era arrimarse a árboles de dinero público a que cayeran los frutos gratis, sin molestarse en generar en el tiempo masas de público comprador de entradas, masas que fueran creciendo. Total, los cachés grandes eran repartidos por el dinero público, igual que las subvenciones de altas cifras, ellos se movían con el objetivo de conseguir meterse en esos circuitos, y a cobrar los cachés de precio inventado y las subvenciones varias, ya se encargaban también las instituciones públicas de llenar los teatros de público invitado si la venta era corta.

Ahora es muy típico que tanto los que fueron beneficiados por ese sistema, como los que no, se junten en lotes a llorar porque no les dan cosas. Cada día son más los artistas, managers, programadores y comunicadores flamencos que sueltan su parrafada dramática en Facebook, para ser respondidos por decenas de seres humanos del mismo mundillo, expresando lamentaciones similares. Unos lloran porque ya apenas caen frutos de los árboles de dinero público, y otros lloran porque soñaban con eso y no llegaron a tenerlo. La industria del country en Estados Unidos no se caracteriza por que les den cosas. Se caracteriza por haber conseguido que una música regional en menos de un siglo arraigue, sea identificativa de la cultura norteamericana, mueva masas de público, sus artistas hacen conciertos vendiendo grandes cantidades de entradas. Sin apenas intervención del dinero público en la industria del country.

Consiste en algo muy sencillo de explicar, aunque parece que difícil para ser entendido: trabajar en el mundo real de forma profesional, con el ROI como objetivo, no con el objetivo de, a través de apariencia, a ver dónde se llega centrándose principalmente en caer bien a personas de instituciones públicas en despachos y halls de teatros, o a través de un "es que canto, bailo o toco bonito", o un "es que soy cultura" se diga "es que merecemos que nos den cosas". No. Consiste en luchar por conseguir esas cosas, independientemente de la posible o no posible intervención del dinero público. Si la "industria" del flamenco en España hubiera sido en general realmente profesional en las últimas décadas, toda España sabría desde hace muchos años lo que es cantar bien por soleá, y habría programas en prime time de Antena 3 o Telecinco basados en eso. Como sucede en la televisión privada estadounidense con el country. Antena 3 emite cosas que le sean rentables, es la industria flamenca española quien debe esforzarse para resultarle rentable al prime time de la televisión privada española. Como hace la industria del country en Estados Unidos. Y eso que hace solo 60 años se denominaba todavía hillbilly a lo que ahora se denomina country. Si el flamenco es aún joven, con apenas dos siglos de edad, el country aún no ha llegado a su primer siglo de historia, pero les ha dado tiempo a alcanzar ese nivel de desarrollo. El problema para que el colectivo de la "industria" flamenca en España, y más aún en Andalucía, entienda algo tan básico, sucede porque el problema no es una novedad, aunque sea a partir de ahora cuando se notan intensamente las consecuencias del problema. Pero no es un problema nuevo. Han sido varias décadas de evolución y mantenimiento del sistema que ahora está cayendo.

Ah, por cierto, vendiéndose como guitarrista flamenco, un canadiense a través de la oficina de una multinacional de Nueva York y una empresa de management de Nashville, sigue metiendo cada fin de semana a más de mil personas, a más de 50 dólares de entrada, en teatros de ciudades de Estados Unidos. La Junta de Andalucía no le ha dado nada, cosa que él ni lo espera, ni protesta por ello. Nunca actuó en los autoproclamados desde España como festivales y eventos flamencos internacionales de referencia mundial, que se venden como si fueran realmente el escaparate único y absolutamente necesario para triunfar con argumento flamenco en todo el planeta. Pero en el mundo real, y sin pasar por esos procesos, ese guitarrista con el flamenco como argumento recauda cada fin de semana decenas de miles de dólares vendiendo entradas, con un sistema inteligente y profesional. Ya emiten conciertos suyos en horario prime time en canales de televisión de Estados Unidos: se lo solicitan, sin que lo pida él.

Ahora, si quieren, pueden debatir sobre si ese guitarrista canadiense tiene más jondura o menos jondura que si hubiera nacido en Andalucía, y seguir dando vueltas a los conceptos de unas "verdades" de "lecos" y supuestos genes, que se escuchan en "pozos jondos" entre "tarros de esencias" que "merecen cosas". La "herencia de los genes" y demás literaturas místicas que pueden ser hasta bonitas. Sin fijarse en lo más importante, ¿qué es lo que existe de verdad en el mundo real? En el mundo real, los duendes son como los amigos imaginarios, leyendas con la misma existencia que el ratoncito Pérez. Lo que hay en el mundo real es cantar, tocar y cantar interesante para que sea algo emocionante para un público, y eso ser el punto de partida (sí, eso representa solamente estar en la casilla de salida), para a partir de ahí intentar llegar con un producto a tu posible público y venderles entradas. Sea tu producto un repertorio de rumbas o una antología de seguiriyas. En el caso de un cantaor, es muy interesante que las cualidades de su caja laríngea provoque sonidos bonitos, y que incluso se haya molestado en aprender un buen repertorio de cantes. En el caso de un guitarrista, es fácil que tocará maravilloso alguien que, durante años de su vida, haya estado encerrado varias horas al día practicando. Tener por azar una caja laríngea que provoque sonidos bonitos no indica que necesariamente haya inteligencia artística en el cantaor. Ser el típico hermano, primo o cuñao espabilado del cantaor tampoco indica necesariamente saber ser manager. Todo eso de saber cantar, tocar o bailar bonito, aún en el caso de haberlo mejorado con años de práctica y estudio, es solo tener un argumento para situarse en la casilla de salida de un gran tablero de juego. Del mismo modo que al dueño de un bar no le suele mantener el negocio el dinero público, por mucho que el dueño del bar haya dedicado tiempo y dinero en comprar y reformar un local. Haber construido un bonito bar y abrirle al público es solo situarse en la casilla de salida de su negocio.

¿Que los hay que dicen que el arte flamenco es una verdad que no es comercial? Pues ningún motivo para llorar, cabe la opción de ser albañil o cualquier otra cosa como profesión, y manifestar esa verdad cultural los sábados por la tarde para amigos y familiares. En el momento que cualquier ser humano pretende ganar dinero por cantar, tocar o bailar cosas, sean cuales sean y cómo sean esas cosas, es un producto, por lo cual una marca poniéndose a un valor concreto en el mercado. Si hay una transacción económica, aunque sean 50 euros en negro en un bar, eso hace que el intérprete flamenco sea una marca vendiendo un producto al que se pone un precio. La marca a poner en valor en el mercado funcionará dependiendo no solo de si eso que se canta, toca o baila es bonito. Funcionará dependiendo mucho de cómo de bien sepa venderse esa marca, cómo de acertadas sean las inversiones (no solo económicas) para conseguir un objetivo de ROI positivo a medio y largo plazo. Y no hay más misterio, por mucho que de forma romántica se hable de unos misterios del flamenco. El único misterio del flamenco actualmente es por qué casi nadie en la "industria" flamenca española se ha dado todavía cuenta de por qué suceden una serie de cosas. Claro que hay un tsunami que está arrasando con casi todo, fue provocado, por fe excesiva en dar vueltas especulando en burbujas ficticias de dinero público. En el ámbito profesional del country estadounidense, nadie de la primera división, el star system, es mantenido principalmente por dinero público. Aquí estamos viendo cómo artistas considerados como primera división del flamenco reclaman ser mantenidos por dinero público como agente principal de ingresos. Quienes son artistas de primera división de algo en el mundo real, la mayoría de sus ingresos suceden de vender el producto directamente al público, no de cachés y subvenciones de dinero público. En España sucede ahora mismo que intérpretes flamencos de los considerados "primera división", "los principales", "los consagrados", cuando ya por necesidad están actuando a taquilla o contratados por un promotor, muchos están suspendiendo espectáculos por vender menos de 50 o 100 entradas en aforos de quinientos, mil o más espectadores. Está de moda tener faringitis de esas que duran 24 horas, poner como excusa circunstancias políticas varias, o un "por causas ajenas a la organización". También, en paralelo, vemos a "los principales", "primera división", vender como gran éxito ir a aforos de apenas cincuenta o cien espectadores. Esas cosas no suceden en los países desarrollados con los artistas que sean principales del pop, rock, flamenco o lo que sea. A ver si es que estamos denominando primera división, como principales, a los intérpretes flamencos españoles que realmente estarían en segunda o tercera división, por el simple hecho de que la primera división de artistas flamencos está prácticamente vacía. Como mucho estarían en primera división real Sara Baras, Miguel Poveda y casi termina ahí la lista. Y de ahí para abajo...

Murió el unicornio fantástico, y muchos aún siguen buscándole, a ver si sigue dando saltitos por ahí para que les den cosas. El concepto "dar cosas", es decir, la intervención del dinero público, puede incluso ser positiva como apoyo, abriendo la posibilidad de actuar en teatros públicos aunque sea a taquilla pero sin pagar alquiler del teatro, creando programaciones conjuntas de artistas cuyas marcas hagan sinergia entre sí, dando oportunidades de tener sus primeros escenarios a jóvenes artistas y proyectos en vías de desarrollo inicial, cosas así. Pero, estando las cosas como están tanto en Andalucía como en España, hay que estar muy fuera de la realidad para seguir teniendo fe en algunos asuntos, como que el principal movimiento económico del flamenco en Andalucía y España siga siendo a través del dinero público. Como todavía hay muchos que siguen esperando que les caiga ese gran maná como regalado del cielo, mejor no hablo mucho de cuáles son mis previsiones respecto a lo irá sucediendo más que seguramente en las próximas semanas, meses y años, no quiero casos múltiples de crisis de ansiedad. A ver, cómo esperar subvenciones flamencas relevantes de la Junta de Andalucía, es decir, que sigan manteniendo al mismo nivel el sistema que mantuvieron durante décadas como principal agente aportador de dinero público, en ese sistema que durante tanto tiempo ha existido, en plan que el dinero público gestionado por la Junta mantenga a decenas de artistas, decenas de "managers", decenas de festivales y medios de comunicación especializados. A lo que voy, cómo esperar que la Junta de Andalucía siga manteniendo como mantuvo ese sistema, si en un solo año a la misma Junta de Andalucía se le ha quemado parte de Doñana por falta de mantenimiento adecuado, se les ha muerto una paciente en un hospital de Dos Hermanas por mal funcionamiento de los ascensores, y ahora están con a ver cómo solucionan que puedan existir y mantenerse dos hospitales completos y normales en Granada. Es una cuestión lógica. Mientras tanto, también mirando de reojo a ver cómo se desarrollan los asuntos catalanes, porque de lo que con eso suceda dependen aspectos muy importantes del futuro de Andalucía, aunque aparentemente parezca un asunto muy ajeno y lejano al territorio andaluz. Es una cuestión de lógica. En instituciones de dinero público, como el IAF, seguirán dando de vez en cuando alguna cosa, aunque nada que ver en comparación con aquellos repartos que hacían constantemente hace años. No hay tanto pan.

Vayan haciéndose a la idea: en el mundillo flamenco español, una vez muerto el unicornio, casi todo ahora empieza desde cero, y tendrá opciones de supervivencia todo aquello que trabaje por el ROI para vender entradas de verdad a un público de verdad, con perspectiva global de construcción de marca. Sea como sea el tamaño inicial de esos proyectos, sean nuevos o veteranos. El unicornio murió, dejen de buscarle. Todo fue una fantasía que de manera anormal ha durado décadas, pero aquello nunca fue "lo normal", aunque muchos no conozcan otra cosa. La industria flamenca española anterior a la guerra civil española era mucho más profesional y coherente respecto al mundo real que lo actual. Pasada la guerra y lo peor de la postguerra, en los años sesenta se crearon fórmulas para salir adelante que ya no son válidas, pero muchos se empeñan en seguir así porque varias generaciones no han conocido otra cosa. Estamos ya en el 2017, y esto consiste en ofrecer el asunto al público como hay que ofrecérselo. Las fórmulas de marketing ahora rudimentario que empezaron a utilizarse en los sesenta, y que los organismos políticos reforzaron en los ochenta porque les resultó conveniente, han seguido dando de comer a muchos hasta ahora, debido a que era un sistema artificial, sujetado más por el dinero público que por público comprador de entradas. Tenía fecha de caducidad: el día que el dinero público no pudiera permitirse ser el principal mantenedor de esa "industria". Ahora, poco a poco, la "industria" flamenca española está obligada a salir de esa burbuja irreal. Pero el mundo real, desde los tiempos en los que se creó aquella burbuja protectora hasta el momento actual en que se rompe, el mundo real donde aterriza ahora esa "industria" ha evolucionado, el mundo real es muy diferente a todo aquello. Insistir en intentar funcionar con los mismos procesos es como empeñarse en recorrer subidos a caballos la autovía de Andalucía. Eso que hay a los lados de la autovía son gasolineras, no establos para que los caballos coman un rato. Hay dos opciones para un colectivo de gente que haya vivido aislado en un ecosistema artificial durante las últimas décadas: esperar al lado de la autovía a ver si hay un momentito que dejen de pasar esos vehículos extraños con aspecto metalizado, para así entrar con el caballo en la autovía, o plantearse la posibilidad de averiguar qué son esas máquinas metálicas con cuatro ruedas, aprender a conducirlas, y entrar en la autovía. Lo que está claro es que no importa cuál sea la idea mental que se haga más de la mitad de la gente en un colectivo concreto. Un grupo de gente puede tener fe en la extinción de los coches, o tener fe en que se imponga viajar en caballos porque eso ha hecho ese grupo de gente hasta ayer mismo, aislados durante décadas en un terreno propio en el que solo había caminos de tierra. Pero en el mundo real, de todos modos, por la autovía seguirán pasando coches, y en la autovía no hay carril apto para caballos. Las autovías están hechas para los coches, y eso es inevitable. En el mundo real, los seres humanos construyen autovías diseñadas para la circulación de coches, sea cual sea tu colectivo profesional, tu nombre, el pueblo en el que has nacido y tu familia de origen. Dejen de buscar un monstruo externo al que intentar poner cara para así temer o insultar a algo o alguien en concreto, el monstruo externo desconocido que provoca dramas no existe, simplemente hay una serie de actitudes colectivas equivocadas que tienen consecuencias nefastas. Dejen también de buscar al unicornio fantástico, murió.

Llevo diciendo desde hace más de una década que el unicornio moriría algún día, no solo antes de que se pusiera a llorar el primero de tantos que ahora han empezado a llorar, porque apenas sale leche de la teta del dinero público. Llevo diciéndolo desde antes incluso que el fantástico unicornio llegara a su apogeo de crear resplandores de espejismos, dando saltitos sobre las aguas del Guadalquivir. En el ámbito flamenco tendrá posibilidades de supervivencia aquello que trabaje por el ROI para intentar vender entradas de verdad a un público de verdad. Lo cual no es un drama, así es como funciona cualquier industria cultural en cualquier lugar del mundo desarrollado.

Por Jaci González

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