Miguel Poveda arrasa en la Gran Vía de Madrid
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Agotando las entradas para seis noches consecutivas en el Teatro Compac Gran Vía, Miguel Poveda arrasa una vez más en Madrid, seis citas que comenzaron en la noche del martes 12 de enero.
Los seres humanos tienden a analizar las evoluciones artísticas de los seres humanos que cantan cosas solamente desde una perspectiva musical, y a veces ni eso, a veces solamente analizan peinados y tetas, y ahí se quedan. Es necesario ir más allá, a los argumentos. Aunque desde una perspectiva superficial resultan muy diferentes arteSano, álbum netamente flamenco, y el proyecto de los sonetos y poemas, donde inventa un estilo propio de ser crooner pop y rock con carácter flamenco, en el fondo existen argumentos planteados en arteSano que evolucionan en su actual situación de libertad personal interpretativa. La tristeza de una pérdida que era rabia desconsolada en aquella increíble seguiriya, épica en los directos, ahora pasado un tiempo se convierte en una perspectiva melancólica, triste, pero incluso con algo de agradable sensación en el sentimiento, a través de los versos de La Lluvia de Jorge Luis Borges. Cuando pasa un tiempo desde que alguien se pierde para siempre, llega ese momento en que te das cuenta que sigue viviendo aquello que quieres que siga vivo, porque sigue contigo más que nunca, aunque de otra manera. No se percibe presencialmente, pero está contigo continuamente, más que cuando era una realidad tangible. Y eso tiene un lado bonito. Eso es lo que sucede en la versión que Miguel y Joan Albert Amargós han planteado sobre los versos de La Lluvia de Jorge Luis Borges.
El proyecto de los sonetos y poemas es ciertamente arriesgado, se alternan momentos más interesantes que otros, pero tiene algo mágico en el directo. Sobre el escenario convence más que en el disco, mejora. Quizás en el disco hay cosas que él mismo, ahora, posiblemente hubiera hecho algo diferentes, pero es cierto que sin el riesgo no existe la evolución. Miguel Poveda ya ha demostrado sobradamente que puede ser y es el número uno cantando una antología de cante flamenco, tanto en grabación como en directo. Todos saben que él es el mejor haciendo eso, está demostrado ¿Para qué redundar? ¿Y si le apetece ser más cosas? ¿Puede un artista flamenco que ya ha demostrado tanto intentar ser más cosas? Por supuesto que puede. Quizás evolucione poco a poco hacia una especie de primo flamenco de Bublé, que es su destino real, este proyecto de sonetos y poemas es solo el primer paso evidente hacia algo que crecerá y evolucionará a través de un sentido lógico. Aunque lleve más de veinte años cantando cosas, Miguel Poveda comienza de nuevo. Todo primer paso siempre es complicado, todo comienzo hacia algo tiene aciertos y errores. Pero es necesario ese primer paso para que exista el segundo, y el tercero. Si puede, quiere, y en el terreno flamenco ya ha demostrado quién es él, es normal y lógico que evolucione, trascienda a otros terrenos y conceptos. No va a ser más en el flamenco por pasarse treinta años cantando año tras año la misma soleá, el mismo fandango y las mismas cinco letras por bulería, como el día de la marmota, que es a lo que nos hemos acostumbrado para considerar a los cantaores como grandes referencias. Claro, no estamos acostumbrados a lo de Miguel Poveda. Por una parte porque la mayor parte de cantaores en la historia no han tenido la versatilidad necesaria para moverse en otros terrenos, por otra parte por el miedo a un "a ver si ahora no me van a considerar flamenco". A ver, Miguel ya llevaba cinco o seis años cantando la soleá de Charamusco, que la hace muy bien, pero siempre caía y era tradición en sus conciertos. No resulta necesario ahora añadir veinte años haciendo siempre la soleá de Charamusco, no va a ser más flamenco por reiterarse, con que rescate esa soleá de vez en cuando ya es suficiente. Es más interesante que le de por lo que está haciendo, evolucionar. Unas veces acertará más, otras veces menos, como sucede en todo tipo de artistas, pero antes eso que saber de memoria en el 2015 cómo será un concierto de Miguel Poveda en el 2030. Antes arriesgar que meterse en un bucle repetitivo. Es mejor para el flamenco tener un elegante crooner de músicas transversales muy vendedor que meta a miles de personas en un auditorio, para noches que tengan un paréntesis a modo de recital flamenco tradicional metiendo cuatro o cinco cantes, que tener a un ser humano que se pase cuarenta años llevándoselo calentito por repetir año tras año, década tras década, un repertorio concreto de cinco cantes, siempre los mismos, siempre iguales. Eso ya lo tenemos muy visto.
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Ese paréntesis a modo de recital flamenco llegó, y de que manera. Después de una bulería de Chicuelo, entrar de nuevo al escenario con esos zapatos, tan brillantes y bonitos, para cantar bonito ese estilo tan peculiar de malagueña de Conchita La Peñaranda. O supuestamente de La Peñaranda, ya que hacia atrás en el tiempo, solo existe una grabación de Pastora Pavón a comienzo de siglo, estando escondida esta malagueña durante cinco décadas, hasta que en los sesenta, a partir de una versión de Pepe el de la Matrona, la graba Enrique Morente en su primer disco, en 1967, dándole un concepto personal, y a partir de ahí comenzó a ser habitual en repertorios de diferentes artistas. Es decir, hablamos de la conocida como malagueña de La Peñaranda, y así será para siempre, sea totalmente cierto o no con origen en la cantaora. En la interpretación de esta malagueña por parte de Miguel Poveda hay un triple juego curioso. Por una parte suena a Poveda, con su carácter interpretativo característico, por otro lado tiene un sentido como de revisión de un cante clásico estandar pero que en realidad no ha llegado a un estado estandar definitivo, y por otro lado Enrique, ya que aunque Miguel no calca exactamente la interpretación de Enrique sobre esta malagueña, sí introduce ese carácter recogido que le daba el genio de Granada. Porque cantar esa malagueña de La Peñaranda es inevitablemente acordarse de Enrique. Eso por suerte va a ser siempre así, cuando Miguel Poveda sale a un escenario, de una manera u otra, siempre va Enrique con él.
Lo que podríamos denominar como paréntesis flamenco tradicional, en cierto modo, que ahora sería tan inutil como pesado empezar a definir qué es más flamenco o menos flamenco en un repertorio, continuó por cantiñas y bulerías gaditanas. Tremenda la compenetración de Miguel con la sonanta de Chicuelo y las percusiones del ser humano sanluqueño Paquito González, cómo se conocen, cómo sabe cada cual por donde va a salir el otro, y así sucede: soniquete. Es algo más importante de lo que parece a simple vista, porque no es el soniquete como concepto flamenco generalista, es el soniquete gaditano, que no es necesariamente mejor o peor, pero sí característico, un mundo que fuera de Cádiz es casi imposible encontrar. Porque unas alegrías o unas bulerías de Cádiz pueden ser maravillosas incluso sin ese soniquete, pero cuando sucede ese soniquete... Estos tres seres humanos, siendo de por la zona solamente Paquito, esos tres seres humanos rozaron ese concepto único de soniquete gaditano. En un concepto de noche de este tipo, con esos zapatos puestos, que suceda ese soniquete, es grande. Después, un amplio y bello recuerdo a Lole y Manuel, para cerrar esta parte con unos cantes que empezaron por tientos, terreno donde Poveda siempre triunfa, evolucionando a los tangos hacia el sur de San Jacinto de la antigua Cava de Triana. Aquellas cosas que sucedían en patios que se perdieron cerca de Santa Ana, hubo un ser humano que recogió, mejoró y amplificó aquellos conceptos por tangos, Manuel El Titi, recordando su pasado para que en el futuro existieran artistas interpretando ese legado. Ahora estamos viviendo lo que entonces era el futuro, y Miguel Poveda es de los que mejor saben llevar por los escenarios aquel legado flamenco de El Titi. Con arte, ayudado por Esperanza León, esa ecijana que lo mismo es base festera rebullasca de cosas en estos tangos, como la cantante elegante en otros conceptos de la misma noche.
Y ahora nos vamos al tercer concierto de la noche. Después del concierto con los comienzos de un gran crooner para el futuro, y después del recital flamenco del cantaor, hay que recordar que Miguel Poveda también es referencia de primer orden en la copla. Una rumba de Joan Albert Amargós como puente hacia esta parte que se abre con Vente Tú Conmigo, con su impactante arreglo de entrada de Joan Albert para esta copla de Quintero, León y Quiroga. Es bonito ver a Miguel, entre copla y copla, diciendo que él entro en esos mundos copleros de la mano de Martirio, presente en el patio de butacas. Suena el estribillo de A Ciegas, y dedicados a Jorge Drexler van los versos de En El Último Minuto, copla de León y Solano. Para terminar, después de unos versos para un Ángel, Miguel Poveda reúne a todos los artistas que habitan en él, los de los tres conciertos de la noche, para despedirse con un tributo a Camarón, por bulerías con La Leyenda del Tiempo. Ahí estaban todos: el cantante, el crooner, el cantaor, todos. Lo que da de sí en conceptos, posibilidades y cosas un concierto de Miguel Poveda, un grande, incluso estando resfriado. Era absurdo buscar entradas para los conciertos que aún faltaban: ya no quedaban.
Por Jaci González
Fotos Pacolega