Gran noche flamenca gaditana en Campanario

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Desde el mar de la caletera Viña hasta la sierra en Algodonales viajaron los conceptos gaditanos en la XLIV Noche Flamenca de Campanario, el viernes 7 de agosto en la Piscina Municipal, con el arte en el cante de David Palomar, y el baile de Francisco Hidalgo & Esther Esteban, festival organizado por la Peña Flamenca Pepe El Molinero con la colaboración del Ayuntamiento de Campanario.

La noche comenzó siendo muy notable una destacada ausencia, el festival se quedó sin portero, pero desde la distancia Miguel Miranda 'William' recibió a todo el pueblo, uno por uno, al pasar por la puerta. El destino nos deja sin alguien imprescindible para muchos asuntos, hacia su recuerdo era obvio que tenía que ir esta noche de verano, como dejó claro Pedro Miguel Ponce en el discurso de apertura. Para él fue ese genial toque solista por soleá con el que apareció Rafael Rodríguez sobre el escenario, dedicatoria que el intérprete quiso extender también a toda su familia extremeña. Rodríguez, también conocido por el apodo de 'Er Cabesa', es a su vez uno de los guitarristas flamencos que más asumen ciertas responsabilidades en la actual era flamenca post Paco de Lucía. Rafael es de esos que saben ser solistas cuando hay que serlo, y en paralelo con su toque deja claro que, en el acompañamiento, la sonanta debe estar al servicio del cante para ser una aliada que facilite la trayectoria de la voz entre silencios y tercios.

Aparece David Palomar en el escenario, y comienza con un cante por tientos en el que concentra todo Cádiz, como si fuera la esquina de Sacramento con Sagasta. Entre los mundos del Niño del Mentidero y Antonia La Perla, siempre con Mariana en la base conceptual, con bonita elegancia al rozar ritmicamente un tempo larguetto. Ámplio recorrido por más de un siglo de historia de cantiñas en la bahía, desde lo más tradicional hasta versos de Jesús Bienvenido en años recientes. Seguiriyas a lo Palomar antes de una serie de tanguillos que fueron cerrados con una idea que tuvo Joaquín el de la Paula. Siempre el recuerdo al grande de la calle Botica, tío Chano, esta noche a través de su fórmula para emparentar el garrotín con tangos del Piyayo y El Titi, interesantes idas y vueltas de perspectiva gaditana respecto a cosas trianeras con cierto carácter malagueño. Un ratito por soleá a petición de Rafael Rodríguez que, como a veces sucede con los asuntos imprevistos, terminó resultando lo mejor del recital de David Palomar, que a continuación se puso de pie para cantar y bailar por bulerías. El público quiso más, y con una entrada muy a lo Francisca Méndez comenzaron los fandangos. Hay que ser sinceros, y reconocer que, aún haciendo un gran recital, no fue de las mejores noches de David, lo cual tiene mérito, porque cuando no está en una gran noche sucede que resulta extraordinario en vez de sublime. Hay que ser mucho para ser tan grande hasta en los días más complicados.

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La desnuda espalda de bailaora que protagonizaba la escenografía planteada por Diego Fernández recibía a continuación un espectáculo basado en el baile flamenco. Con una fórmula muy similar, en cuanto a estructura y componentes, a la empleada habitualmente por el mítico Corral de la Morería, el tablao flamenco más famoso del mundo. Desde la gaditana sierra de Algodonales, el baile de Francisco Hidalgo junto a la madrileña Esther Esteban.

Por tangos comenzó el espectáculo, paso a dos de presentación antes de llegar a un momento por fandangos protagonizado por el versátil Jesús Núñez a la guitarra junto a los tres grandes cantaores: Trini de la Isla, Roberto Lorente y Pedro Obregón. Cualquiera de los tres cantaores, en algún año de estos, podría formar parte de la primerísima división del cante, preparados para ello están. Interesante lo bien conjuntados que resultan siendo tan diferentes entre sí, sobre todo en el caso del Trini, ser humano que parece escapado de entre aquellos cantaores que triunfaron sobre todo en los setenta por personalidad arrolladora. Cuando se establecieron como principales voces flamencas de referencia los mundos de Pansequito, Juanito Villar, Rancapino, Camarón, El Lebrijano o El Turronero, artistas todos muy representativos pero al mismo tiempo muy personales. Trini de la Isla es uno de esos, de los que no se parecen a absolutamente nada ni nadie, lleva su propio camino propio para cantar, siendo desde hace años una de las principales referencias en los mundos internos profesionales del flamenco en España. Trini de la Isla es ese que, de repente, alguna mañana de cuando tenga varios años más, la prensa y el público serán por fin totalmente conscientes de lo que son los conceptos de este cantaor de cantaores. Recordemos que algo así sucedió en su momento con Chano Lobato. Trini es evidentemente muy de la bahía a la vez que resulta emparentado con las formas cantaoras utreranas, ese carácter que hace parecer que no llegará a tiempo a compás, dando la sensación de que no alcanzará la nota pretendida, pero llega fenomenal justo a tiempo y ahí está el punto genial de su arte, cómo hacer posible algo tan contradictorio como interpretar ad libitum a la vez que sujeto estrictamente a estructuras de compás y armonía. Saber ser totalmente libre dentro de un espacio muy delimitado.

Momento para la elegancia en el baile de Esther Esteban, esa forma de pasear la bata de cola por alegrías, la interesante combinación de intensidad y solemnidad moviendo el mantón, enamorando al público de Campanario. Ella puede ser lo que es, muy académica y muy espontánea a la vez, se notan las tablas. Un paréntesis de solemnidad para el riguroso baile por soleá de Francisco Hidalgo, qué difícil es bailar así, paseando lentamente el sentido del cante y guitarra que le llegaba, esa sobriedad donde queda claro que lo fundamental del baile flamenco no son los pasos, es aquello que sucede entre paso y paso. Ahí está lo complicado, dificultad que crece mientras más lento es el tempo, porque más evidente resulta el posible arte. Sí, luego también Francisco Hidalgo es un percusionista muy propio montando espectáculo con sus escobillas y cosas típicas de él, pero el de Algodonales es muy de lucirse bastante previamente, creando el arte tranquilamente entre paso y paso. Por bulerías y romances terminó el asunto, hubo interesante compás al estilo lebrijano, apareció el cantaor Pedro Cintas casi como espontáneo para cantar cosas interesantes, con un buen cierre para esta noche flamenca gaditana que comenzó en el mar y finalizó en la sierra, una noche flamenca para William.

Por Jaci González
Fotos Pacolega

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