Elegancia y arte, Alento & Zaguán del Ballet Nacional de España
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El Ballet Nacional de España estrena con gran éxito sus dos nuevas producciones, Alento de Antonio Najarro y Zaguán reuniendo a coreógrafos flamencos para derivar en la cesión al ballet del mítico mantón de Blanca del Rey.
Mientras el Ballet Nacional sigue recorriendo teatros de España y el mundo rescatando coreografías míticas del pasado, y haciendo antropología para el futuro recopilando bailes españoles en espectáculos como Sorolla, en paralelo han estado trabajando en dos interesantes nuevas producciones, que se estrenan estos días en el Teatro de la Zarzuela.
Fue en primavera del 2003 cuando Najarro presentaba Tango Flamenco en un teatro madrileño. Aquel es el punto de origen de este Alento actual, evolución de aquellos conceptos. Una evolución positiva que gana en elegancia (más elegancia aún) y espectacularidad (también más aún). Es, en su propio mundo, una materia conceptual única y exclusiva de Antonio Najarro, que parte en esencia de aquel Tango Flamenco, adquirió un esplendor maravilloso con Jazzing Flamenco, y ahora muestra una elegante madurez en este Alento. Es cierto que me he saltado Flamencoriental y Suite Sevilla, pero esos asuntos, aunque también muy najarristas, van por otros lados. Alento sería el tercer capítulo de una trilogía que adquiere plenitud formal en Alento, en un camino muy identificable y personal en la propuesta de posibilidades coherentes de futuro para el clásico español. En las tres ocasiones, Fernando Egozcue ha planteado los asuntos musicales, elemento muy importante en la evolución del concepto de espectáculo en esta trilogía.
La reseña que publicamos de Tango Flamenco, en el año 2003, comenzaba así: "Desde que se abre el telón, el montaje es espectacular. Nadie destaca más que nadie realmente, siendo todo al más alto nivel, con ambiente de superproducción de Broadway". Así puede comenzar también la reseña de Alento, que es coger esas ideas iniciales y, más de una década después, llevarlas a un escalón superior en elegancia. Desde la coreografía Origen, en la que termina cayendo desde el cielo esa gasa a través de la cual emerge como luz un sensacional paso a dos, la coreografía Ánimas en la que cinco bailarinas convierten mágicamente sus batas de cola en mantones volando, y ese solo... La noche del estreno, un déjà vu, algo hacía recordar el solo que hacía Estíbaliz Barroso en Jazzing Flamenco. Sobre el escenario, una gran bailarina, Aloña Alonso con palillos. Ella nunca falla. Que asunto más curioso, esa intensidad contenida con elegancia para una coreografía tan compleja, tan difícil ¿Eso es clásico español, es contemporáneo, qué es concretamente? ¿Y si es mejor directamente no etiquetar? Es arte, es Najarro con sus cosas, por eso es muy propio él. Así se llegó a la coreografía final, grupal, Alento, con esa manera de mover un grupo de gente jugando alrededor de unas banquetas. Ovaciones.
Que satisfacción que no suceda lo típico en el cine, que la tercera parte de la película a veces resulta reiterativa. Interesante que la revisión y evolución de conceptos planteados anteriormente suceda así, como esta noche, que un espectáculo heredero de conceptos sorprenda tanto o más que sus antecesores. La Orquesta de la Comunidad de Madrid sabiendo establecer con Joan Albert un equilibrio entre la necesaria solemnidad del contexto y la música popular, sobre lo planteado por Egozcue, la belleza de fino estilo en los vestuarios de Teresa Helbig, el espectáculo en las luces de Fischtel... Un honor que gente así represente por el mundo nuestra danza.
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Tras finalizar Alento, el programa continúa con Zaguán, un asunto totalmente diferente al otro espectáculo de la noche. Un escenario de ventanas, diferentes perspectivas del flamenco a través de diferentes coreógrafos coincidiendo en espacio y tiempo en un mismo zaguán, a veces para inventar el futuro, momentos para rememorar el pasado, en ocasiones para ser pasado y futuro al mismo tiempo. Con una apertura seguiriyera grupal de Marco Flores se abre el asunto. Resulta interesante decir que los bailarines que se mueven flamenca y dignamente son los mismos seres humanos que unos minutos antes bailan cosas en Alento. Quizás versatilidad es la palabra que mejor define el estado actual de asuntos del Ballet Nacional de España. Se llega a unas cantiñas cordobesas destacando el baile de Mónica Iglesias con esa bata de cola con contrastes, ese fondo grisaceo que aporta solemnidad esencial entre volantes, para hacer equilibrio con el carácter cálido del rojo que se mueve con elegancia a partir de la coreografía de Mercedes Ruiz. Interesante de que manera se versiona y adapta a Mónica el característico movimiento elegante de manos de la coreógrafa jerezana, en estas cantiñas que nacen muy cordobesas, a través de la forma de cante instaurada por Curro de Utrera, por mirabrás los conceptos se mueven para rozar la bahía gaditana, para posteriormente regresar a Córdoba trayendo hacia el mundo cordobés los asuntos gaditanos.
Marco Flores se arriesga, con aciertos, creando una coreografía por guajira para cinco hombres, baile que normalmente suele ser sacar a un grupo de chicas con abanico. A veces innovar es algo más fácil de lo que parece, hay cosas que están ahí, como plantearse un baile de guajira para hombres.
Finalizando el siglo XIX, mientras en los cafés cantantes evolucionaba el flamenco con artistas como La Macarrona, La Cuenca y La Mejorana, en marzo de 1894 sucedían ciertas cosas en New Jersey. Una bailarina almeriense, Carmen Dauset, cuñada de Rojo El Alpargatero, pasaba por el Black María Studio para registrar un baile, con la intención de ser reproducido por Edison en la Exposición Internacional de Chicago. Que flamenco resulta el origen del cine norteamericano, con su primera actriz protagonista. Rememorando aquel momento, y aquel flamenco en los años que más han aportado a la evolución de este arte, La Lupi organiza una interesante coreografía por tangos. Ese baile antiguo que se adelantaba al tiempo, como sucede con las cosas de la propia coreógrafa, Lupi que siempre avanza hacia el futuro mostrándonos el pasado, ese concepto bien retratado por Yaiza Pinillos, diseñadora del vestuario, situándose en el momento pero como siempre aportando sutiles asuntos más evolucionados aún que el momento actual. Que buena pareja coreógrafa-diseñadora hacen La Lupi y Yaiza Pinillos, con lo diferentes que son aparentemente, ambas se dirigen hacia conceptos muy similares con arte. También buena pareja cantaora Sebastián Cruz y Jesús Corbacho, durante todo el espectáculo alternándose sin cruzarse.
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En medio de una llamativa y colorida bulería, se abre el tiempo por jaleos. Instantes para la historia del flamenco, Doña Blanca del Rey cede su mantón. Después de décadas evolucionando esa soleá sobre su escenario original, el mítico Corral de la Morería, del que en ocasiones la cordobesa se escapaba para mostrar su baile en grandes teatros del mundo. Ese legado, ese paso a dos para solista, es un paso a dos porque el mantón también baila, y que difícil hacer bailar un mantón abierto, a cuatro puntas.
Es imposible mover un mantón con la elegancia de Blanca, el reto fue difícil, pero ahí está Esther Jurado, inmensa, el destino quiso estar acertado con los conceptos, y ahí está una Esther Jurado a la altura del complicado reto, ella recorrerá a partir de ahora el mundo para mostrar esta Soleá del Mantón. Que espectacular es en ocasiones la sobriedad. Que emocionante el momento, cuando sobre el escenario, la propia Blanca del Rey cede su mantón a Esther. Para siempre.
Por Jaci González
Fotos Pacolega