Historias mínimas en el baile flamenco de Francisco Hidalgo

La Libre de Barrio, en Leganés, nos ofreció el domingo 30 de noviembre un concierto más del ciclo de flamenco que allí organizan puntualmente Pacolega y unos buenos aficionados, una vez al mes. En una esquina la estrada, de unos cinco pasos por ocho que han montado en un momento unas manos invisibles para el bailaor gaditano Francisco Hidalgo.

¿Cómo se zapatea en un confeti? Con lo justo: con unos pies anclados a la tierra y voladores, con unos brazos como ramas que abarcan al mundo. En su soleá se dibuja un árbol, la silueta de un corzo. Sudor no falta: cuesta lo suyo reducir, pulir lo orgánico, ajustar los pasos como en un andamio para guardar el equilibrio, quedarse con la esencia. Francisco Hidalgo dice encontrarse cómodo en el espacio mínimo de los tablaos: de eso sabe mucho quien ha recorrido con su baile los mejores locales del país. Al cante Trini de la Isla abrió la velada con unos martinetes que anunciaban la sobriedad del evento, despojado de adornos inútiles. José Almarcha supo templar la guitarra en todo momento, con discreción y elegancia. El bailaor nos gratificó con una sonrisa abierta, amplia, que estalló en las bulerías finales, guiño y premio a un público siempre atento.

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¿Qué tal el concierto de ayer? Me preguntó esta mañana una compañera. Creo, le contesté, que vi una historia mínima, con un bailaor zapateando por un andamio y dibujando la silueta de un árbol... La compañera me miró perpleja. El público de anoche, sin embargo, seguro que entendió todo perfectamente.

Por María Isabel Díez
Fotos: María Isabel Díez y Pacolega